La Sinopsis: Con la opinión pública de Gotham recelosa ante la permisividad mostrada
por el Comisario James Gordon hacia Batman, la ciudad asiste al regreso
de un viejo conocido: El Segador, encapuchado que no duda en matar a
criminales para imponer su propia noción de justicia. Ante una situación
desesperada, el álter ego de Bruce Wayne se verá obligado a tomar
medidas drásticas… ¿y colaborar con el asesino de sus padres?
Siguiendo la senda trazada por Frank Miller y David Mazzucchelli, Mike
W. Barr y Alan Davis desarrollaron la secuela de Batman: Año uno, en la
que fantasmas del pasado acechan al Hombre Murciélago.
La Edición:
La Reseña o Valoración Personal: Leí por ahí, no hace mucho, que el guionista de esta historia -Mike W. Barr. - había apostado a que el tono de su etapa en las historias de Batman sean un poco más lígeros y que apostaran más a la diversión. Más o menos como solía ser todo antes. Los tonos de las aventuras que vivían el Caballero Oscuro no eran precisamente tan "oscuras", sino que más bien se perfilaban divertidas.
Tal vez ese contexto tampoco le ayudó mucho a esta obra, se puede notar perfectamente que se priorizó la acción y la diversión por sobre la calidad de la obra, y es por eso que Batman: Año Dos parece convertirse en una especie de obra fallida.
La premisa en sí ya parte con ideas bastante pretenciosas: Escribir la continuación de la genial e inigualable (Nunca mejor dicho) Batman: Año Uno. Con esa idea en mente Mike W. Barr empieza a trabajar en la historia, primero con Alan Davis en los lápices y luego con Todd Mcfarlane (Hasta la mezcla de dibujantes es bizarra) y escriben una aventura que, a mí criterio, contiene más falencias que aciertos.
Año Dos empieza con una Gotham City que ya tiene como guardianes a unos experimentados (algo, es el segundo año para ambos) Batman y Gordon como guardianes y defensores. Ambos combaten el crimen con sus métodos y han formado una alianza que, con el tiempo, se ha devenido en una amistad. Incluso aquí descubrimos que Batman fue quien le regaló a Gordon su característica pipa.
Todo parece marchar en relativa calma, hasta que El Segador llega a la cudad. O, mejor dicho, vuelve a la ciudad.
¿Qué hay de especial en este personaje? El Segador es un antiguo vigilante de Gotham, que velaba por las calles de la ciudad antes de que Batman siquiera existiera. Pero sus métodos eran muchísimo más violentos que las del Hombre Murciélago, ya que a este antiguo vigilante no le temblaba el pulso a la hora de matar a los criminales. Y no se limitaba solo a criminales: Policias, prostitutas, políticos corruptos y todo aquel que se podía considerar impuro o pecador, debía temer al Segador.
Con la llegada de este nuevo e intrigante villano la vida de Batman parece ocuparse por completo, pero la vida de Bruce Wayne también sufre un cambio radical, aunque de otras caractéristicas. En una visita a la doctora Leslie Thopkims, (Mujer que encontró a Bruce la noche que asesinaron a sus padres y que ayudó a criarlo junto a Alfred) Bruce conoce a Rachel Caspian y, como no, cae profundamente enamorado.
A partir de aquí es donde empiezan los problemas de esta historia, y son problemas realmente evidentes.
Batman se enfrenta, finalmente, al Segador y recibe la peor paliza de su vida. Vuelve a la Mansión Wayne medio muerto y Alfred y Leslie consiguen salvarle la vida. De vuelta a sus cabales (O eso creemos) Bruce admite que nunca luchó con nadie como El Segador, que estaba totalmente seguro de que sus métodos no servirían y que debería probar un nuevo enfoque. Acto seguido se dirige a su estudio y, corriendo un cuadro de sus padres (bastante feo, hay que decirlo) toma el revolver que había sido del ladrón que, años atrás, lo hubiera dejado huerfano. La incoherencia se hace notoria y evidente, y la estupides de la escena no puede más que desencajarnos el rostro en una sorpresa bastante atípica. ¿Batman con un arma? ¿Batman, que se juró que jamás en la vida utilizaría un arma, ahora anda con un revolver de aquí para allá? Peor aún, ¡es el revolver que le quitó la vida a sus padres! La escena en sí es impensable, inconcebible. Solo contribuye a la decadencia de la obra que, a partir del segundo número, solo sabe ir cuesta abajo.
Batman sube la apuesta de sus bizarras decisiones y no solo carga un arma, sino que decide distanciarse de Gordon y de la policia de Gotham, y unir fuerzas con los peores criminales de los bajos fondos de Gotham porque, según él, "es la única forma de detener a la amenaza del Segador". Peor aún, no contento con destrozar su imagen y su reputación, Batman se alía con el mismísimo Joe Chill, sí. ¡Joe Chill! ¡Aquel nefasto ladrón que, años atrás, le quitó la vida a sus padres! ¡Aquel hombre que, sin saberlo ni esperarlo, creó a Batman! Un sujeto que debería ganarse solo su odio y desprecio eterno ahora es su socio en la lucha contra el crimen y van de acá para allá, saltando entre edificios y buscando pistas sobre El Segador.
Recapitulando, la memoria de sus padres y el origen y la base de su cruzada poco parece importarle a Batman que, no solo anda con el hombre que mató a sus padres, cargando el arma que mató a sus padres, sino que también intercambian ocurrencias y hasta chistes. Por supuesto, con Batman repitiéndose todo el tiempo que es "lo que debe hacerse" o que es "la única forma de detener al Segador". Y lo cierto es que no, lo mismo que Batman hace con los delicuentes podría hacerlo trabajando con la policía y con Gordon, pero de esa forma tal vez la historia no duraría cuatro números.
Cuestión que, y debemos mencionarlo, la identidad del Segador se nos revela casi de inmediato, y se trata de Judson Caspian, padre de Rachel, la recién aparecida mujer que terminó robándose el corazón de Bruce.
Rachel, primero reacia, rechaza las constantes invitaciones de Bruce a salir, y se refugía en una excusa que podría haber sido prometedora, pero que la manejaron de forma horrenda y apresurada, casí como toda la historia de amor en sí. Rachel Caspian era una novicia con un pie en el convento, a nada de ser monja. Pero un día caminó con Bruce por una plaza y, luego de tres cuadritos y cuatro viñetas, se olvidó por completo de sus votos y su vocación y se entregó al amor.
Lo mismo sucede con Bruce, solo que se manejó de una manera tan errada que, durante toda la historia, Batman y Bruce parecen personajes totalmente diferentes. Bruce muestra dudas sobre su cruzada, enamorándose cada día más de Rachel, mientras que Batman está super decidido a acabar con el Segador, sin importarle nada trabajar con criminales y asesinos, disparando armas por ahí. No hay una coherencia en sus actitudes, Batman no parece tener las dudas de Bruce, ni Bruce parece tener las certezas de Batman. Es como si trabajaran completamente por separado.
El climax de la obra se da cuando, luego de una fugaz pelea, Batman y Joe Chill dan por muerto al Segador. Entonces Bruce decide revelarse ante Joe, contarle cómo fue que asesinó a sus padres aquella fatídica noche y después matarlo. Nunca lograremos saber si Batman iba a ser capaz de cruzar la línea pues, en medio de la revelación, El Segador vuelve a aparecer y mata a Joe Chill de un disparó en la cabeza, para luego ser derrotado en combate por Batman, cayendo desde un piso cuarenta y encontrando la muerte. Como si se tratara de un final casi poético (No lo es, es bastante estúpido) Batman decide enterrar la pistola que acabó con la vida de sus padres, en los cimientos de un edificio construido para honrar su memoria.
Al enterarse que su padre era el cruel y sanguinario vigilante conocido como El Segador, Rachel Caspian ve su vocación más clara que nunca y decide poner fin a su relación con Bruce e ingresar al convento definitivamente, pues ella sentía que esa debía ser su penitencia por los pecados de su padre.
Batman finalmente vuelve a su status quo de vigilante y aquí no ha pasado nada.
Y lo cierto es que la historia en sí quedó en una especie de limbo fuera de continuidad, pues no pasó mucho tiempo hasta que llegó el evento Hora Cero y el personaje de Joe Chill fue borrado completamente del canón. Se dictanimó que la tragedia de Batman se sentiría más cruda y dramática si el encapotado nunca hubiera encontrado al asesino de sus padres. En cierta forma Batman vería a ese criminal en todos los criminales y su cruzada sería aún más sombría y trágica.
Año Dos pecó de incoherente, bizarra y, por momentos, ridícula. Y todas estas falencias solo pueden potenciarse si nos ponemos a pensar que, se supone, esta obra debía ser la continuación de la fenomenal Año Uno. Todo mal. 4 Mollitos.
La Edición:
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Segundo Tomo del Coleccionable de Batman de la Editorial Planeta deAgostini. |
Tal vez ese contexto tampoco le ayudó mucho a esta obra, se puede notar perfectamente que se priorizó la acción y la diversión por sobre la calidad de la obra, y es por eso que Batman: Año Dos parece convertirse en una especie de obra fallida.
La premisa en sí ya parte con ideas bastante pretenciosas: Escribir la continuación de la genial e inigualable (Nunca mejor dicho) Batman: Año Uno. Con esa idea en mente Mike W. Barr empieza a trabajar en la historia, primero con Alan Davis en los lápices y luego con Todd Mcfarlane (Hasta la mezcla de dibujantes es bizarra) y escriben una aventura que, a mí criterio, contiene más falencias que aciertos.
Año Dos empieza con una Gotham City que ya tiene como guardianes a unos experimentados (algo, es el segundo año para ambos) Batman y Gordon como guardianes y defensores. Ambos combaten el crimen con sus métodos y han formado una alianza que, con el tiempo, se ha devenido en una amistad. Incluso aquí descubrimos que Batman fue quien le regaló a Gordon su característica pipa.
Todo parece marchar en relativa calma, hasta que El Segador llega a la cudad. O, mejor dicho, vuelve a la ciudad.
¿Qué hay de especial en este personaje? El Segador es un antiguo vigilante de Gotham, que velaba por las calles de la ciudad antes de que Batman siquiera existiera. Pero sus métodos eran muchísimo más violentos que las del Hombre Murciélago, ya que a este antiguo vigilante no le temblaba el pulso a la hora de matar a los criminales. Y no se limitaba solo a criminales: Policias, prostitutas, políticos corruptos y todo aquel que se podía considerar impuro o pecador, debía temer al Segador.
Con la llegada de este nuevo e intrigante villano la vida de Batman parece ocuparse por completo, pero la vida de Bruce Wayne también sufre un cambio radical, aunque de otras caractéristicas. En una visita a la doctora Leslie Thopkims, (Mujer que encontró a Bruce la noche que asesinaron a sus padres y que ayudó a criarlo junto a Alfred) Bruce conoce a Rachel Caspian y, como no, cae profundamente enamorado.
A partir de aquí es donde empiezan los problemas de esta historia, y son problemas realmente evidentes.
Batman se enfrenta, finalmente, al Segador y recibe la peor paliza de su vida. Vuelve a la Mansión Wayne medio muerto y Alfred y Leslie consiguen salvarle la vida. De vuelta a sus cabales (O eso creemos) Bruce admite que nunca luchó con nadie como El Segador, que estaba totalmente seguro de que sus métodos no servirían y que debería probar un nuevo enfoque. Acto seguido se dirige a su estudio y, corriendo un cuadro de sus padres (bastante feo, hay que decirlo) toma el revolver que había sido del ladrón que, años atrás, lo hubiera dejado huerfano. La incoherencia se hace notoria y evidente, y la estupides de la escena no puede más que desencajarnos el rostro en una sorpresa bastante atípica. ¿Batman con un arma? ¿Batman, que se juró que jamás en la vida utilizaría un arma, ahora anda con un revolver de aquí para allá? Peor aún, ¡es el revolver que le quitó la vida a sus padres! La escena en sí es impensable, inconcebible. Solo contribuye a la decadencia de la obra que, a partir del segundo número, solo sabe ir cuesta abajo.
Batman sube la apuesta de sus bizarras decisiones y no solo carga un arma, sino que decide distanciarse de Gordon y de la policia de Gotham, y unir fuerzas con los peores criminales de los bajos fondos de Gotham porque, según él, "es la única forma de detener a la amenaza del Segador". Peor aún, no contento con destrozar su imagen y su reputación, Batman se alía con el mismísimo Joe Chill, sí. ¡Joe Chill! ¡Aquel nefasto ladrón que, años atrás, le quitó la vida a sus padres! ¡Aquel hombre que, sin saberlo ni esperarlo, creó a Batman! Un sujeto que debería ganarse solo su odio y desprecio eterno ahora es su socio en la lucha contra el crimen y van de acá para allá, saltando entre edificios y buscando pistas sobre El Segador.
Recapitulando, la memoria de sus padres y el origen y la base de su cruzada poco parece importarle a Batman que, no solo anda con el hombre que mató a sus padres, cargando el arma que mató a sus padres, sino que también intercambian ocurrencias y hasta chistes. Por supuesto, con Batman repitiéndose todo el tiempo que es "lo que debe hacerse" o que es "la única forma de detener al Segador". Y lo cierto es que no, lo mismo que Batman hace con los delicuentes podría hacerlo trabajando con la policía y con Gordon, pero de esa forma tal vez la historia no duraría cuatro números.
Cuestión que, y debemos mencionarlo, la identidad del Segador se nos revela casi de inmediato, y se trata de Judson Caspian, padre de Rachel, la recién aparecida mujer que terminó robándose el corazón de Bruce.
Rachel, primero reacia, rechaza las constantes invitaciones de Bruce a salir, y se refugía en una excusa que podría haber sido prometedora, pero que la manejaron de forma horrenda y apresurada, casí como toda la historia de amor en sí. Rachel Caspian era una novicia con un pie en el convento, a nada de ser monja. Pero un día caminó con Bruce por una plaza y, luego de tres cuadritos y cuatro viñetas, se olvidó por completo de sus votos y su vocación y se entregó al amor.
Lo mismo sucede con Bruce, solo que se manejó de una manera tan errada que, durante toda la historia, Batman y Bruce parecen personajes totalmente diferentes. Bruce muestra dudas sobre su cruzada, enamorándose cada día más de Rachel, mientras que Batman está super decidido a acabar con el Segador, sin importarle nada trabajar con criminales y asesinos, disparando armas por ahí. No hay una coherencia en sus actitudes, Batman no parece tener las dudas de Bruce, ni Bruce parece tener las certezas de Batman. Es como si trabajaran completamente por separado.
El climax de la obra se da cuando, luego de una fugaz pelea, Batman y Joe Chill dan por muerto al Segador. Entonces Bruce decide revelarse ante Joe, contarle cómo fue que asesinó a sus padres aquella fatídica noche y después matarlo. Nunca lograremos saber si Batman iba a ser capaz de cruzar la línea pues, en medio de la revelación, El Segador vuelve a aparecer y mata a Joe Chill de un disparó en la cabeza, para luego ser derrotado en combate por Batman, cayendo desde un piso cuarenta y encontrando la muerte. Como si se tratara de un final casi poético (No lo es, es bastante estúpido) Batman decide enterrar la pistola que acabó con la vida de sus padres, en los cimientos de un edificio construido para honrar su memoria.
Al enterarse que su padre era el cruel y sanguinario vigilante conocido como El Segador, Rachel Caspian ve su vocación más clara que nunca y decide poner fin a su relación con Bruce e ingresar al convento definitivamente, pues ella sentía que esa debía ser su penitencia por los pecados de su padre.
Batman finalmente vuelve a su status quo de vigilante y aquí no ha pasado nada.
Y lo cierto es que la historia en sí quedó en una especie de limbo fuera de continuidad, pues no pasó mucho tiempo hasta que llegó el evento Hora Cero y el personaje de Joe Chill fue borrado completamente del canón. Se dictanimó que la tragedia de Batman se sentiría más cruda y dramática si el encapotado nunca hubiera encontrado al asesino de sus padres. En cierta forma Batman vería a ese criminal en todos los criminales y su cruzada sería aún más sombría y trágica.
Año Dos pecó de incoherente, bizarra y, por momentos, ridícula. Y todas estas falencias solo pueden potenciarse si nos ponemos a pensar que, se supone, esta obra debía ser la continuación de la fenomenal Año Uno. Todo mal. 4 Mollitos.
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